Test de Desregulación del Sistema Nervioso

Test de Desregulación del Sistema Nervioso

Este test te ayudará a identificar los principales motivos de desregulación en tu sistema nervioso basándose en 10 áreas clave. Responde con honestidad para obtener un análisis personalizado con porcentajes que te guiarán hacia las áreas que requieren mayor atención.

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Tus Resultados

Cómo interpretar tus resultados:

Los porcentajes indican el nivel de desregulación en cada área. Empieza por trabajar en las áreas con los porcentajes más altos para obtener un mayor impacto en tu bienestar.

Las áreas marcadas como Alta Prioridad (70 % o más) requieren atención inmediata. Las de Prioridad Media (40 ‑ 69 %) son importantes para tu equilibrio general, y las de Baja Prioridad (menos del 40 %) están relativamente bien reguladas.

Descripción de las 10 áreas evaluadas:

1. El interruptor del estrés: el modo lucha/huida vs. reposo. Tu cuerpo funciona con dos “modos”: uno que te prepara para la acción (como si vieras un león delante de ti) y otro que te permite descansar y recuperarte. La vida moderna —tráfico, jefes, facturas, redes sociales— hace que vivas demasiado tiempo en modo alerta. ¿El resultado? Hormonas del estrés como el cortisol corriendo por tus venas, afectando tu sueño, tu humor y hasta tus hormonas femeninas.

2. Heridas emocionales: cuando tu pasado se convierte en piloto automático. Si has vivido experiencias dolorosas en la infancia o en relaciones pasadas, es como si tu sistema nervioso hubiera aprendido a estar siempre en guardia. Una parte del cerebro llamada corteza cingulada actúa como “jefa de tráfico” entre tus emociones y tus pensamientos. Cuando recibe muchos avisos de peligro (reales o imaginarios), se agota y te cuesta más calmarte o tomar decisiones serenas. Por eso a veces reaccionas con ansiedad o tristeza sin entender por qué.

3. El síndrome de la “procrastinadora”: buscando premios rápidos. ¿Te has sorprendido posponiendo tareas mientras revisas Instagram o picoteas chocolate? Bajo estrés, tu cerebro busca alivio rápido. La hormona del estrés (cortisol) te pide un empujón de dopamina, el químico del placer. Por eso es tan tentador comprar algo, comer dulces o chatear con tu ex. Ese alivio dura poco y luego el estrés vuelve con más fuerza. La clave está en cultivar la “dopamina lenta”: proyectos que te ilusionen, aprender algo nuevo, conectar con gente que te nutra. Son recompensas más profundas y duraderas.

4. El cuerpo habla: tu postura, tu móvil y tu energía. ¿Has notado cómo cambia tu ánimo cuando te sientas recta y abres el pecho? Una postura erguida envía señales de confianza a tu cerebro. En cambio, pasar horas encorvada frente al móvil puede mantenerte en modo alerta y robarte energía. Prueba a hacer pausas cada hora, estirarte y, sobre todo, apagar pantallas una hora antes de dormir. Tu mente lo agradecerá.

5. Muévete para liberar la tensión. El ejercicio no solo moldea el cuerpo: baja las hormonas del estrés y libera endorfinas, esos “analgésicos naturales” que nos hacen sentir bien. No necesitas un gimnasio: baila en casa, da un paseo, haz unos estiramientos o una sesión de yoga. Lo importante es moverte con regularidad para indicarle a tu cuerpo que ya no hay peligro.

6. Come para sentirte tranquila. Cuando estás estresada, tu cerebro te pide azúcar y comida ultraprocesada, pero justo eso alimenta más ansiedad. Opta por alimentos reales: verduras, frutas, proteínas, cereales integrales y grasas saludables como el aceite de oliva o los frutos secos. Añadir magnesio, omega‑3 o adaptógenos puede ayudar a equilibrar tus hormonas y calmar tu sistema nervioso. Consulta siempre con un profesional antes de tomar suplementos.

7. Sonidos que acarician el alma y pensamientos que te elevan. Los baños de sonido con cuencos tibetanos, gongs o frecuencias relajantes pueden reducir tensiones en cuestión de minutos. A la vez, presta atención a tu diálogo interno. Cuando notes que estás atrapada en un bucle de pensamientos negativos, respira profundamente y cámbialos por frases más amables (“estoy haciendo lo mejor que puedo”, “merece la pena intentarlo”). Esto baja el cortisol y te permite ver las cosas con más claridad.

8. Dormir y conectar: la base de tu calma. Dormir menos de seis horas mantiene al cuerpo en modo alerta. Márcate una hora fija para irte a la cama, crea un ritual tranquilo (leer, meditar, escribir un agradecimiento) y mantén tu habitación fresca y oscura. No olvides que un abrazo, una charla con una amiga o reír con tus hijos también regulan tu sistema nervioso. La conexión real genera oxitocina, la hormona del afecto, que neutraliza el estrés.

9. Respira y refresca tu sistema nervioso. La respiración profunda es tu botón de reset. Inhala contando hasta cuatro, exhala contando hasta seis y repite durante unos minutos; verás cómo baja el ritmo cardíaco. Acabar tu ducha con unos segundos de agua fría estimula el nervio vago, ayudando a calmarte. También puedes masajearte suavemente el cuello o hacer respiraciones alternadas por cada fosa nasal.

10. Entrena tu “cerebro directivo”. Fortalecer la corteza cingulada es como mejorar tu músculo de la paciencia. Juegos que exijan cambiar reglas, ejercicios de atención plena, meditación y disciplinas como yoga o tai chi enseñan a tu cerebro a concentrarse, a gestionar mejor tus emociones y a salir del piloto automático. Con el tiempo, te resultará más fácil tomar decisiones conscientes y evitar reacciones impulsivas.

Recuerda: La regulación del sistema nervioso es un proceso gradual. Enfócate en una o dos áreas a la vez para obtener mejores resultados y evitar sentirte abrumada.